martes, 4 de diciembre de 2007

TRUCHAS EN EL QUILLÉN. EL PARAÍSO AL PIE DE LA CORDILLERA

A más de mil metros sobre el nivel del mar, en pleno paraíso al pie de la Cordillera de los Andes, el equipo de Ni un pique dijo presente en el Lago Quillén para dar inicio a la temporada de Truchas. Así es amigos, después de la exitosa temporada de pejes, dejamos atrás las líneas de tres boyas, archivamos barranquines, descartamos flotalíneas y frizamos la mojarra para cargarnos al hombro nuestros modestos –pero efectivos- equipos de flycast.
Esta vez el destino elegido fue el Lago Quillén, en la provincia de Neuquén, pagadito a límite con Chile. Saliendo desde la ciudad de La Plata, son casi 1.600 kilómetros los que nos separan de este espejo de aguas transparentes rodeado de montañas y bosques impenetrables.

El camino hasta el camping ubicado sobre la orilla del lago no ofrece ninguna dificultad, con lo cual es posible llegar con cualquier tipo de vehículo; incluso -como fue en nuestro caso- remolcando una embarcación.

El jueves 15 de noviembre de 2007, a las 18 horas, el equipo de Ni un pique partió desde La Plata con los miembros fundadores Gustavo, el Tano y Gonzalo, y el nuevo socio adherente (¡cada vez somos más!) y especialista en flycast y cocina gourmet, el Mendo. Tras unas 20 horas de viaje y cargados de expectativas, a las 3 de la tarde el Quillén nos recibió con una lluvia suave pero persistente. Las nubes bajas y espesas habían secuestrado el paisaje y amenazaban con llevarse también nuestra esperanza de comenzar la pesca ese mismo día.
Sin perder la sonrisa –al fin y al cabo estábamos en el paraíso- comenzamos a armar el campamento y casi como por arte de magia, en apenas 40 minutos ya estábamos tomando los primeros mates adentro de la carpa, escuchando el goteo incesante de la lluvia sobre la lona y el siseo relajante de la llama coronando la garrafa. Es verdad, llovía, pero no nos podíamos quejar.
Así pasamos una hora esperando que el clima se apiadase de nosotros y comprendiera de una vez por todas que nuestras 20 horas de viaje y mal sueño merecían algo mejor que un aguacero pertinaz. Pero no lo comprendió...
Cerca de las 6 de la tarde, una frase del Mendo nos sacó de una pasividad que ya se parecía mucho a la resignación: “si en 15 minutos no deja de llover, yo me voy a pescar igual”, dijo el tipo. Y la pregunta fue ¿Para qué carajo vamos a esperar 15 minutos? A ponerse los waders y darle duro a la pesca que se nos viene la noche, señores...

EL MENDO ENCONTRÓ EL NIDO

Como la tarde ya se estaba despidiendo decidimos no salir con el gomón y hacer unos intentos en una zona de juncales próxima al campamento. La lluvia seguía castigando, pero la ausencia de viento y el reparo de los sauces hacían un poco más llevadera la cosa.
Sin necesidad de entablar demasiado debate, hicimos una rápida lectura de las aguas y decidimos que en aquella superficie calma Y

entre los juncos, los streamers nos podían garantizar al menos un par de piezas. Algunos optaron por la Woolly Bugger negra o marrón, mientras otros, viendo que se venía la noche, optaron por moscas de colores claros, incluso blancas. En cuanto a las líneas, usamos las Cortland de hundimiento medio (444 SL Sink Tip Rocket Taper 20 FT) y de hundimiento rápido (444SL Quick Descent). Dada la profundidad del lago, necesitábamos que nuestras moscas profundizaran lo más rápido posible para luego empezar a recoger con tirones cortos y apenas espaciados.
Evidentemente, Dios recompensa a los hombres de fe...en menos de 10 diez minutos, el Mendo (sí, el mismo que se había animado a desafiar a la lluvia), clavó el primer ejemplar de la temporada: una truchita arcoiris que si bien no se destacaba por su tamaño, fue bien recibida como premio a tanto optimismo demostrado por el equipo. La foto de rigor y al agua nuevamente con la esperanza de encontrarla en el futuro más grande y peleadora.

Pero la cosa no terminó ahí...al menos para el Mendo. En apenas una hora más de pesca y ya con el anochecer copando la parada, enhebró cuatro capturas al hilo con su Woolly Bugger negra. Esta vez se trataba de arco iris de unos 40 centímetros, pescadas todas exactamente en el mismo lugar. Evidentemente, el Mendo había encontrado el nido. Para el resto sólo quedó mirar, aplaudir y conformarse con la certeza de que el Quillén podía regalarnos algo al día siguiente.
Con el cansancio acumulado y la lluvia instalada como para quedarse, la noche nos encontró en la carpa compartiendo una picadita frugal mientras trazábamos los planes para la mañana siguiente. El tinto acompañó el brindis de rigor y el café con whisky templó el alma para entregarnos al descanso merecido.

CON EL BOTE ES OTRA COSA

A las 7 de la mañana del sábado el equipo de Ni un pique abrió los ojos para confirmar lo que los oídos nos habían sugerido durante toda la noche: seguía lloviendo. Garrafita, mate en la carpa y la firme convicción de que en pocos minutos estaríamos embarcados buscando lugares propicios para una buena pesca. Por supuesto, a esa altura del partido el clima no fue materia de discusión; si quería llover, que llueva nomás. Ahora éramos todos Mendo!!!
8.30 de la mañana y con las nubes tan bajas que hasta parecía posible agarrarlas con la mano, pusimos proa hacia el extremo oeste del lago; allá donde el límites argentino se pierde en las montañas.
Con la experiencia de años anteriores visitando este mismo espejo, decidimos ir primero a lo seguro y visitar las mismas costas que otrora nos dieran buenos resultados. La sorpresa fue advertir que aquellos lugares ya no existían, o al menos habían cambiado radicalmente su fisonomía. La explicación era clara: a diferencia de otros años, el caudal del Quillén había aumentado más allá de lo habitual para la época, comiéndose aquellas costas y playas donde tiempo atrás habíamos pescado con toda comodidad.
De todas formas, haciendo un alarde de optimismo, nos animamos a probar allí mismo a pesar de la cercanía de los árboles a nuestras espaldas. El casteo se hacía realmente complicado, tan complicado que más de uno dejó la mosca clavado en lo alto de una rama. El lugar no anduvo nada bien y al término de una hora la tabla de capturas indicaba cero truchas, un sauce, dos pinos y un para de arbustos ajenos a nuestros conocimientos de botánica.
Se había comprobado la regla: “a seguro se lo llevaron preso” y, por lo visto, no había posibilidades de una pronta liberación. Así las cosas, y tras un plenario que incluyó bebidas espirituosas para mitigar el frío, decidimos explorar nuevos y desconocidos destinos.
Luego de 20 minutos de navegación lenta entre las olas y el viento (sin sucundún), encontramos un reparo que parecía interesante. Metidos hasta la cintura, atamos las Wooly negras, marrones y verdes y arrancamos de nuevo. Gustavo fue el primero en clavar una hermosa trucha que casi llegaba al medio metro; no hubo saltos ni frenéticas corridas, pero sí un gran esfuerzo por ganar el fondo del lago que puso a prueba la resistencia de la caña. La arco iris necesitó algunos minutos antes de cansarse, pero finalmente se entregó para llegar mansa a la orilla.
Del Mendo no había noticias. Gonzalo y el Tano seguían esperando su primera pieza de la temporada...
Y allá estaba el Tano. Desafiando todos los manuales de la pesca con mosca, asomaba bajo su chaleco un impresentable rompevientos bordó (sí, borrrrrrdó). La cuestión es que así vestido y todo capturó la única marrón de los tres días de pesca. Un hermoso ejemplar que no se dio por vencido hasta el último segundo en que la mano experta pero nerviosa del Tano logró sacarla del agua. Hubo pausa para un almuerzo improvisado con mates y galletitas con paté. Sin dudas, la pesca con mosca es una actividad que cada tanto nos pide una pausa para descansar las piernas y la cintura, ya que no resulta una tarea liviana para el físico vadear las costas pedregosas con el agua a la cintura.

Llegada la tarde las capturas siguieron, algunos piques se perdieron, y finalmente Gonzalo alcanzó su primera trucha luego de haber perdido otra de forma increíble a menos de dos metros de la costa. El equipo en pleno había completado una extraordinaria faena. Fueron en total nueve truchas. Con las cuatro seleccionadas para la cena, regresamos al campamento donde nuevamente el Mendo nos sorprendería, aunque esta vez, con otros talentos.

LA MESA ESTÁ SERVIDA

Si recuerdan, allá por el principio de esta historia comentamos que el Mendo era un especialista en cocina gourmet. Pues bien, nuestro amigo se hizo cargo de sus títulos y diplomas y, cuchillo de filetear en mano, dio a luz una cena verdaderamente inolvidable.

La lluvia por fin nos había abandonado y armamos el fuego en plena lucha con la humedad residual. Cebollita salteada en aceite, crema de leche y champiñones fueron suficientes para tener lista la salsa. Las truchas cocinadas a la manteca sobre una paellera hicieron el resto.
Con el ocaso encima, armamos la mesa al aire libre para disfrutar de aquel manjar. Cuando la tarde se hizo noche, las estrellas tomaron el cielo por asalto invitando a imaginar que el sol sería protagonista absoluto de nuestro último día de pesca.

¡QUÉ DÍA, SEÑOR, QUÉ DÍA!

Y así fue nomás. A las 7.30 de la mañana, con el sol brillando a pleno, el equipo se fue acercando de a poco al fogón para entrarle duro a las tortafritas con mate. Con la panza llena y el equipo preparado, caminamos los 50 metros que nos separaban de la costa y enfilamos con “El amanecer II” hacia la desembocadura del arrollo Huihui.
La zona la habíamos visto desde el bote durante el regreso de la tarde anterior. Si ya desde lejos parecía una playa interesante para la pesca, una vez desembarcados coincidimos en que aquel era un lugar perfecto. Una playa de piedra de más un kilómetro de largo, cortada al medio por las aguas del arroyo que entraban con fuerza para romper la calma que ofrecía el Quillén en las primeras horas de la mañana.
Convenientemente distanciados unos de otros, ocupamos la primera mitad de la playa y comenzamos a lanzar probando hacia el veril, pero sin olvidar tampoco de hacerlo hacia nuestros lados.
Y así fue como Gonzalo obtuvo la primera trucha del día: una arcoiris de 47 centímetros que buscaba alimento bien cerca de la orilla. Sintiéndose atrapada, inició una feroz corrida aguas adentro obligando a soltarle metros y más metros de nylon. Fueron más de cinco minutos de saltos, inmersiones profundas, y corridas que tensaban la caña de izquierda a derecha y de derecha izquierda. Fue una batalla cargada de adrenalina, y el premio mayor para el pescador fue saberse digno vencedor de aquella lucha. Hubo gran entusiasmo en el grupo; parecía que el lugar cumpliría las expectativas. La foto de rigor para Gonzalo y la merecida devolución al agua para aquel magnífico gladiador del sur.
Moviéndonos apenas unos pasos entre lance y lance, las capturas comenzaron a encadenarse con un ritmo inusual para esta modalidad de pesca.
Gustavo pareció haber encontrado su propio nido en una franja de no más de cinco metros de playa. Manejando su particular técnica de recogida, que incluye sutiles toquecitos con la punta de la caña, en 30 frenéticos minutos sumó tres estupendas truchas en su cuenta personal. Era una cosa de locos: el Tano iba y venía con su cámara de fotos tratando de retratar aquella fiesta; la emoción fue tal que el fotógrafo casi deja la tibia en una roca traicionera que lo hizo tropezar y casi perder la cámara bajo el agua.
El heroísmo del Tanito tuvo su premio: allá cerca de la desembocadura del arroyo clavó un ejemplar que superó los 50 centímetros y no dio respiro a la hora de la pelea.
Mientras tanto, el Mendo probaba suerte en un pozón pegadito a la margen izquierda de la desembocadura del Huihui. Nos comentó que allí las piezas eran de un tamaño aún mayor y de una vitalidad asombrosa. Nos acercamos a la zona y experimentamos en carne propia lo que nos había contado el Mendo.
Qué truchas!!! Ya no importaba quién las pescara, alcanzaba simplemente con disfrutar del espectáculo que ofrecían cada vez que tomaban nuestros artificiales. Saltos y sacudidas fuera del agua; el lomo brillante iluminado por el sol; el chillido de reel rompiendo el silencio para soltar cada vez más nylon, saltos y nuevas arremetidas hacia el fondo; el esfuerzo tenaz por llegar al torrente del arroyo y aprovechar su fuerza para hacer más dura la batalla; el brazo en alto, tenso, acompañando el temblor de la caña que ya parecía de mimbre...y de a poco, el cansancio del pez que transformaba los saltos en un chapoteo resignado, las corridas pasaban a ser apenas un trote; eran los últimos intentos. A pocos metros del pescador, la silueta del pez comenzaba a dibujarse clara y mansa; el cansancio se imponía y la lucha culminaba para ambos.
Con 21 capturas, la última jornada en el Quillén fue simplemente inolvidable.
El resto, a quién le importa. Con la bronca del inminente regreso deshicimos el campamento y comenzamos a remontar los 1.500 kilómetros que nos devolverían a la ciudad y nos alejarían del paraíso.

Hasta la próxima salida, amigos!

jueves, 11 de octubre de 2007

FESTIVAL DE PEJES EN TORNQUIST

El equipo de Ni un pique dio por terminada la temporada de pejerrey en el que consideramos uno de los mejores pesqueros de la provincia de Buenos Aires. Sabemos que el viaje es largo, pero los paisajes serranos y la buena pesca que nos asegura la laguna Los Chilenos hacen que el esfuerzo bien valga la pena.
Por costumbre, y por la excelente atención que nos brinda en cada visita nuestro amigo Emanuel, paramos en el Club de Pesca Tornquist (0291) 4191181.

Los siete integrantes del grupo nos hicimos al agua cerca de las 10 de la mañana, decididos a desafiar los fuertes vientos que auguraban una navegación complicada...y fue difícil nomás: intentar la pesca en el centro de la laguna fue imposible, de manera que pusimos proa hacia la bahía que situada a la derecha del club de pesca, donde la zona de juncales nos ofrecía un interesante reparo.

Divididos en tres embarcaciones, y haciendo un merecido homenaje al bambino Veira, abanicamos toda la zona y esperamos que empiece la acción.



Era cosa de tirar y sacar

Como los lugareños ya nos habían advertido que había mucho pescado chico y mediano, decidimos iniciar la pesca descartando los anzuelos grandes con la idea de aprovechar las primeras horas para hacer la diferencia en cantidad, y dejar para más tarde la calidad. En todos los casos utilizamos líneas tramposas con boyas chupetonas chicas y medianas; los colores fueron desde el negro total hasta el verde limón.
En cuanto a la carnada, probamos con filet de pejerrey coloreado y sin colorear, mojarra viva y mojarra salada. En todos los casos el éxito fue total.
Evidentemente, y como bien nos dice siempre Emanuel, esta laguna tiene pejerreyes como para hacer dulce. Era cuestión de tirar y sacar; pasar más de dos minutos sin tener pique era prácticamente imposible.
Por esto que les contamos, y a diferencia de lo que solemos ofrecer en este espacio, hoy no podremos ordenar las capturas en orden cronológico ni dar mayores detalles sobre la forma en que se obtuvieron.

Lo que sí les podemos contar es que el bote tripulado por el Tano y Juanchi fue el que se llevó las mejores piezas, con algunos pejes que le arrimaron a los 40 centímetros.
Para hacerla simple, el promedio de aquella jornada de seis horas de pesca fue de 50 pejes por persona...y no estamos exagerando.

¿Y los grandes dónde están?

Con la excelente pesca que habíamos hecho el sábado, nos fuimos a dormir con la idea de salir a buscar los grandes al día siguiente. Lamentablemente el domingo nos sorprendió con un viento que hacía imposible adentrarse en la laguna.
Así que, con las heladeras llenas y el ánimo bien arriba, cargamos los autos, enganchamos el trailer con “El amanecer”, y encaramos el regreso a la ciudad de La Plata.
Pero no nos vayamos todavía...la pregunta que flotaba en el ambiente era ¿Qué pasa que no salen los grandes? Porque teníamos certeza de que Los chilenos ofrece buenos matungos. Y llegaron algunas respuestas:
Los lugareños nos contaron que de a poco la laguna se está sobrepoblando de pejerreyes, a lo que hay que sumarle un crecimiento exponencial de la población de carpas.
Con tanto bicho dando vueltas no hay que ser un genio en la materia para adivinar que el alimento se está poniendo escaso. Y si el pescado no come, el pescado no crece. Este es el motivo fundamental para que en los hechos no exista un límite para la captura de pejerreyes.

El equipo de Ni un pique junto a Emanuel (centro) en el restaurante del Club de Pesca Tornquist

lunes, 10 de septiembre de 2007

POCO PIQUE Y MUCHA NIEBLA EN EL RÍO DE LA PLATA

No podíamos dejar que pase la temporada del peje sin visitar nuestro Río de La Plata. Por eso, el equipo de Ni un pique –con Martín Nicolás como nuevo socio adherente- llegó el sábado 1º de septiembre al Náutico de Ensenada, donde nos esperaba nuestro guía Claudio con su “Güífalo”, una traker para seis personas de lo más cómoda. (tel: 15-536-8867).


Pero como todos sabemos, el río tiene esas cosas...y esta vez a nosotros nos tocó niebla. Y ojo que no hablamos de una niebla así nomás, pues la muy turra nos acompañó durante toda la jornada de pesca sin el más mínimo interés por disiparse. Con el puerto cerrado, pusimos proa hacia el Club Regatas y aprovechamos la marea alta para entrarle al Río por el canal.

Lógicamente, la intención del equipo era llegar hasta la boya Hilton, ya que teníamos el dato de que allí la pesca se estaba dando muy bien. Pero las condiciones climáticas nos impidieron alejarnos más allá de los 3 mil metros de la costa. La visibilidad no llegaba ni siquiera a los cien metros y, como se imaginarán, no estábamos dispuestos al riesgo de chocar con ninguna embarcación a 10 mil metros río adentro.


El primer garete comenzó cuando el GPS nos cantó que ya habíamos entrado unos 3,2 kilómetros. Tiramos las dos anclas de capa, dos botellas de ceba, y arrancó la pesca. Los aparejos estaban armados con boyas chupetonas grandes de poliuretano, zanahorias y boyones con palito. Los colores fueron desde el verde limón hasta el naranja fluorescente, y los anzuelos en todos los casos fueron 1/0. Haciendo caso a los consejos algunos amigos pescadores, optamos por la mojarra mediana salada para tentar a los matungos de la zona.

Cerca de las 10 de la mañana, a poco de comenzada la jornada Gonzalo clavó lo que hasta ese momento era no sólo el primer pejerrey, sino además el primer pique de la mañana. Como casi todas las piezas que sacamos ese día, se trató de un pescado gordo, bien alimentado y peleador, que rozó los 40 centímetros.
Al rato, Gustavo levantó un par de piezas más y al toque se anotaron Martín y Sergito, también con lindos y peleadores matungos. Hay que destacar que las flechas de plata de esta zona nos regalan una experiencia fascinante cada vez que muerden el anzuelo y arrancan unas corridas furiosas. En más de una oportunidad, esa corrida fue acompañada por un salto sobre la superficie del agua...impagable!!!

Luego de dos horas de un garete que nos dejó a 900 metros de la costa, decidimos arrancar nuevamente el motor para alejarnos de tierra firme y buscar mejor suerte. Y el que la tuvo, y bien grande, fue el Richar, con un tremendo peje de más de 50 centímetros. Pero lamentablemente el pique siguió siendo muy esporádico y siempre bien lejos de la embarcación, cosa que complicaba la efectividad dada la escasa visibilidad.
Cansados de la niebla, y hasta un poco húmedos, ya que de vez en cuando la niebla se trasformaba en bruma, decidimos dar por terminada la jornada cerca de las 15.30.
Nos llevamos de recuerdo unos 15 pescados de los buenos y la seguridad de que con mejores condiciones climáticas la cosa hubiera funcionado mucho mejor.
La sorpresa mayor la encontramos de regreso al Náutico de Ensenada, donde no había ni una gota de niebla y el sol brillaba como pocas veces lo hace para esta época del año. En fin...hubo mala suerte, pero otra vez será.

miércoles, 4 de julio de 2007

LOS HORCONES NO ALCANZÓ LA CUOTA

Tal como antcipamos, el equipo de Ni un pique partió el pasado sábado 30 de junio rumbo a la laguna Los Horcones, en el partido de General Madariaga. A las 9 de la mañana nos recibió Carlos (cel: 02267-15-665740), dueño del Paraje Los Horcones, quien nos dio todos los consejos necesarios para pasar la jornada de pesca.
Cerca de las 10 de la mañana llegamos al centro de la laguna remolcados en dos botes con capacidad para tres personas y comenzamos a pesca con muy poco viento y escaso moviemiento del agua; el panorama no pintaba bueno, ya que se sumaba el hecho de que, según nos confirmó Carlos, el agua estaba bastante turbia y para colmo la zona venía de sifrir varias heladas...pero nos animamos igual.
Como teníamos el dato de que el peje estaba muy abajo, probamos con líneas de tres boyas con brazoladas que a veces superaban 1,30 metros de profundidad. También tiramos un barranquín bien fondeado con el último anzuelo arrastrando por el lecho de la laguna.
Y el pique no se hizo esperar...en menos de 15 minutos Gustavo ya había clavado hasta un doblete y el barranquín trabajaba como loco. De hecho, las capturas de mayor tamaño salieron con esta modalidad de línea.
En cuanto a los aparejos, hubo de todo un poco: anzuelos nº 1 y 2 y boyas chicas, medianas y grandes -siempre tramposas-. A partir de nuestra experiencia, recomendamos dejar de lado
las boyas grandes debio a la escasa fuerza que presentan los pejerreyes en estas épocas de frio intenso, lo que
provoca que se aletargue y abandone la carnada ante la resistencia ofrecida por la boya.
Curioso fue el hecho de percibir que, en la mayoría de los casos, las capturas se realizaban sin que el pez nos opusiera mayor resistencia; casi siempre la pelea brilló por su ausencia. Como escuchamos por ahí, a veces era como traer un "zapato" enganchado a la línea.
Cerca del mediodía el viento del oeste empezó a soplar con fuerza y el oleaje complicaba la estabilidad de los botes. Jamás vamos a dar nombres, pero tuvimos un par de tripulantes que sufrieron los efectos del bomboleo y otro que casi comprueba empíricamente la profundidad de Los Horcones.

Se quemaron los papeles
Contrariamente a lo que señalan todos los manuales, con la llegada del viento se acabó la pesca, y cuando todo hacía imaginar que alcanzaríamos la cuota de 25 piezas por persona el pique se cortó definitivamente cerca de la 1 de mediodía.
Entre a falta de pique y los descompuestos por el oleaje, pusimos proa a la zona de los juncos, donde había un reparo natural y el agua se planchaba un poco. Y fue tirar y sacar inmediatamente: en tes minutos Gonzalo agarró dos pejes medianos y el entusiasmo alcanzó a la tropa. Pero otra vez se cortó. Así estuvimos desde las 2 de la tarde hasta las 16.30: nos movíamos, clavábamos uno o dos pejes inmeiatamente y se cortaba el pique; otra vez movíamos unos metros, sacábamos y se cortaba nuevamente.
Finalmente, Los Horcones nos dejó un promedio de unos 15 pejerreyes por persona. Tras hacer algunas averiguaciones supimos que al resto de los pescadores les había ido igual e incluso peor que a nosotros.
Pero como ya sabemos, siempre es mejor un mal día de pesca, que un buen día de trabajo.

jueves, 28 de junio de 2007

NOS VAMOS A LOS HORCONES Y LA PREGUNTA ES...

¿REPETIRÁ EL TANO?

Esta sábado 30 de junio el equipo de niunpique parte rumbo a la laguna de Los Horcones, en el partido de Gral. Madariaga. Como ya sabemos, a diferencia de lo que ocurre en la Salada Grande, este espejo no se caracteriza por ofrecernos esos terribles matungo que, a veces, superan con ganas los 50 centímetros. Sin embargo tenemos esperanzas porque contamos con el crédito y recordman del equipo: El Tano.
No le hablen de tamaños promedio ni de pejes aletargados...simplemente dejenlo pescar y tirar allá lejos, donde a él le gusta...tarde o temprano siempre logra esa captura que nos deja a todos con la boca abierta y, sobre todo, muchas ganas de decirle: "Tano, andate a la pu#@*#...parió".
Envidias aparte tenemos que reconocer que igual lo queremos, por eso el equipo de Niunpique le rinde hoy este homenaje fotográfico, recuerdo de nuestra última aventura en Madariaga.




miércoles, 2 de mayo de 2007

LA SALADA DE MADARIAGA RINDIÓ









Tal como prometimos en entradas anteriores, el pasado domingo 29 de abril emprendimos el camino rumbo a la laguna Salada Grande de General Madariaga, en busca del pejerrey. A las cuatro de la madrugada ya estábamos en la Ruta 2, lo que nos permitió estar dentro de la laguna cerca de las 8.30 de la mañana.
En esta oportunidad, el lugar elegido fue el Club de Pesca y Náutica "Gral. Madariaga", donde el grupo se sorprendió por la calidad y comodidad de las instalaciones. De todas maneras, sabemos que este espejo nos ofrece varias opciones, por eso les recomendamos visitar el sitio web http://www.madariaga.gov.ar/Lagunas.htm donde podrán conocer los diferentes complejos turísticos de la zona.
El equipo de Ni un pique se hizo al agua con cinco socios fundadores (Gustavo, Jorge, Sergio, Ricardo y Gonzalo) y el flamante socio adherente conocido como el “Mendo”. Para movernos dentro de la laguna utilizamos nuestro semirrígido “Amanecer” con motor de 35 caballos, llevando a remolque un bote de alquiler. Queremos aclarar que, dadas las grandes dimensiones de La Salada, no recomendamos esta opción porque el traslado se torna excesivamente lento, lo que impide recorrer bien las diferentes zonas de pesca.

La cosa no arrancó bien

Cerca de las 9 de la mañana llegamos al centro de la Laguna, tiramos el ancla e hicimos los primero intentos. Probamos con boyas barrilete, chupetonas y satélite de tamaño mediano a grande; las bajadas iban de los 10 a los 30 centímetros. Aquí salieron apenas 5 pejerreyes de no más de 25 centímetros y los piques se hacían esperar entre lance y lance.






Cómo veíamos que en otras embarcaciones la suerte acompañaba a los pescadores, nos acercamos para ver qué ocurría. Allí una importante lengua de aceite nos confirmó lo que veníamos sospechando: para asegurar una buena cosecha en el centro de la laguna es recomendable cebar la zona para poder atraer a los peces.
Como no teníamos con qué cebar (en realidad no somos muy partidarios de la ceba en este tipo de espejos), decidimos modificar radicalmente la estrategia y pusimos proa hacia los juncales de “Tranquera blanca”...y la historia comenzó a cambiar...

¡Aguante los juncales!

Nos acercábamos al mediodía y la cosa no pintaba nada bien para el equipo de Ni un pique: de los seis, sólo tres habían sacado algo, y para colmo los tamaños de las piezas no entusiasmaban demasiado. Pero llegamos a los juncos y la mano cambió sustancialmente.

Ubicamos las dos embarcaciones en un callejón formado entre los juncos de la costa y juncal enclavado a unos 50 metros. Ricardo fue el primero en tirar la línea y en menos de 30 segundos clavó un lindo ejemplar de 40 centímetros. A partir de allí cambió la suerte para el equipo y los piques se sucedieron uno tras otro.
Gonzalo estaba como poseído y en menos de una hora logró media docena de pejerreyes. Mientras tanto, Gustavo daba cátedra desde el “Amanecer” clavando casi todo lo que se le cruzaba.

Dejalo comer
Hasta aquí parece que todo marchó 10 puntos, pero sin embargo, algunos miembros del grupo llegaron a La Plata con las heladeras casi vacías, a tal punto que bien les hubiera alcanzado con un tupperware para traer los pocos pescados que sacaron. ¿Qué pasó?
La concusión a la que arribamos fue que los pejes de La Salada nos exigen un poco de paciencia al momento de intentar la clavada. Aunque nos dé la sensación de que el pez está picando con firmeza, siempre nos conviene esperar una segunda (y a veces una tercera) corrida de la boya.